Desconectar mentalmente mejora la productividad personal
«Pienso 99 veces y nada descubro. Dejo de pensar, me sumerjo en el silencio, y la verdad me es revelada.» Albert Einstein
Nos dice David Allen que para ganar velocidad es necesario frenar. Que es importante relajarnos, cambiar el ritmo y que, cuando menos ganas tenemos de parar, tal vez sea ese el momento justo para hacerlo.
Nos cuesta parar, y dejar lo que estamos haciendo, cuando sentimos que no estamos obteniendo los resultados que queremos obtener. A pesar de que casi todos hemos tenido alguna experiencia realizando alguna actividad, en la que, tras un periodo de descanso, hemos obtenido un avance significativo que no estábamos obteniendo mientras estábamos empeñados en avanzar.
Es como si las personas tuviéramos un sistema interno de «resistencia al cambio» que se hace más fuerte cuanta más presión ejercemos sobre él y que desaparece cuando dejamos de ejercer presión.
En ocasiones intuimos que seguir insistiendo en un tema es una pérdida de tiempo que no conduce a nada. Sabemos que lo mejor que podríamos hacer es parar, despejarnos, descansar, dar un simple paseo o charlar con algún amigo, y posteriormente retomar el tema desde una nueva perspectiva. Conectar y luego desconectar mentalmente mejora la productividad personal
Nuestra atención consciente es tremendamente valiosa. Es un factor clave para incrementar nuestra productividad personal, pero para poder estar concentrados y atentos, necesitamos una mente descansada.
A día de hoy, la neurociencia nos dice que si queremos que nuestro cerebro funcione de forma óptima es imprescindible permitirle divagar con regularidad. Sabemos que un cerebro a pleno rendimiento es un cerebro que descansa, y para que nuestra mente descanse tenemos que permitirle «desconectar». Como cuenta Antonio José Masiá en su blog, la «mente errante» proporciona descanso a los circuitos que se ocupan de gestionar la intensidad de nuestro foco.
Así que tener el hábito de parar, relajarnos y evaluar nuestra situación, es una buena estrategia para mejorar nuestra productividad personal o, dicho de otro modo, «vísteme despacio que tengo prisa».
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